Dice David Álvarez que
un PLE es un Personal Learning
Environment o, para hispanoparlantes, un entorno personal de aprendizaje.
Nos cuenta que se define como el conjunto de competencias, dispositivos,
herramientas y relaciones que permiten conocer de manera autónoma y resolver
problemas. En sí mismo, apunta David, un PLE no es una herramienta sino un
enfoque de aprendizaje autónomo que no es individualista, ya que se desarrolla
entre pares e incide, por lo tanto, en la aportación de la gente que forma parte
de la comunidad en la que se desarrolla ese aprendizaje. Es decir, no estamos
solos ni solas en el espacio del conocimiento. David nos invita a pensar en
cómo es nuestro PLE y nos dice que tengamos en cuenta una posible tipología. Y
es que hay PLES orientados a las herramientas, PLES orientados a la acción,
PLES orientados a la red (es decir, a los contactos y relaciones
interpersonales), y PLES que son un híbrido de todas esos aspectos.
Sin duda, el enfoque del
PLE da un nuevo significado a aquella declaración de Descartes, que podría
parecer un tanto solipsista: “pienso, luego existo”. Cuando, ya en el siglo XX,
Heidegger dijo que la existencia consiste en el estar-en-el-mundo-que-
comprende, se dio un paso más en la apreciación del entorno de conocimiento y
en cómo influye en quien conoce el propio objeto que se quiere conocer –en fin,
el mundo. El enfoque del PLE concreta ese mundo hedeggeriano, y esa experiencia
racional cartesiana, en personas, herramientas, métodos, objetos y entornos variados,
formales e informales. Pero no es un toto
revolutum: es la honesta aceptación de la complejidad del conocimiento
humano que no renuncia sin embargo a articularla.
Ser conscientes de esta
circunstancia nos embarca en una expedición por espacios tangibles pero también
intangibles. Por esta razón, pensar en cuál es mi entorno personal de
aprendizaje me hace sentirme como aquellos expedicionarios de tierras ignotas,
especialmente como los que recorrieron los Polos -aunque este sentimiento se
debe a alguna razón que aún no he conseguido encontrar-. Reconozco que
desplazarse por un PLE no es tan peligroso ni tan frío, sin embargo, siento que
me produce la misma fascinación, la misma sensación de maravilla que debieron
sentir esos expedicionarios cuando preparaban su viaje, cuando surcaban
aquellas aguas heladas y quedaban atrapados en el hielo, cuando caminaban
penosamente por aquella superficie blanca, avanzando frente a las terribles
ventiscas, sorteando las profundas grietas del hielo y los crestones que tan
misteriosamente elevaban aquellos terrenos. No creo que hubieran podido
conseguirlo si no se hubieran apoyado unos en otros, si no hubieran puesto al
servicio del grupo todos sus conocimientos, todas sus habilidades, toda su
imaginación e intuición.
Sí, ya lo sé, estas
expediciones sólo son una metáfora, y una metáfora muy extrema, de lo que
podría ser un PLE, pero creo que sirven bastante bien a esta función evocadora que
cumple una metáfora, porque en ellas confluyen el clima, el mar plagado de
bloques de hielo que emergen de un fondo abisal, el espacio abierto y sin
horizonte, una flora y fauna ignotas, dignas de un relato lovecraftiano, las estrechas tiendas de campaña, el ruido de los
elementos, las provisiones y el peso del cargamento calculados al detalle y
repartidos estratégicamente por toda la nave, las habilidades y conocimientos
ya aprendidos, los utensilios con los que aquellos se desarrollan y aplican, la
intuición y la necesidad de adaptar todo ese bagaje (como por ejemplo, unas
simples cerillas) a condiciones de supervivencia muy duras, a los cambios
repentinos de climatología, a la noche que dura meses, o a la emoción indescriptible
de presenciar una aurora boreal. Ciertas crónicas cuentan que en aquellas
expediciones se trabó contacto con la población local, sin cuyos conocimientos
los expedicionarios no hubieran podido sobrevivir. Este aspecto no se ha
enfatizado lo suficiente, pero tal vez no puede esperarse otra cosa de una
época en la que el conocimiento sólo era conocimiento científico formalmente
adquirido en ciertas instituciones de cierta parte del mundo.
El caso es que, no he
podido dejar de representar mi PLE, que podría clasificarse entre los de tipo
híbrido, como si fuera el mapa de una tierra ignota que, sin embargo, me
gustaría tanto conocer. En ella hay sobre todo ámbitos, espacios falsamente
delimitados porque no hay estabilidad en esta tierra ajena al tiempo geológico.
En ella hay grietas, elevaciones de terreno que surgen de un día para otro y me
obligan a dar un rodeo para bordearlas o a escalarlas sin mirar hacia abajo. Hay
canales que arrastran, de un lugar a otro, materiales, contenidos y
herramientas, y cambios bruscos de temperatura que congelan o licuan el entorno
y todo lo que contiene. Hay también algunos espacios cerrados que son los
pequeños refugios del lugar de trabajo, los lugares de encuentro con colegas y
amigos, una vivienda con sus habitantes y todas sus habitaciones. Hay un bolígrafo
que ni siquiera es mío y un bloc de notas lleno de información tan vital como
prescindible, la televisión y la radio encendidas, y un ordenador conectado a
la web 2.0. Hay conocimientos aprendidos en la infancia que están sobreviviendo
a todos los inviernos. Y hay días de trabajo agotador por los que debo
avanzar empujando yo misma el pesado trineo de la burocracia.
Me gusta mucho la metáfora, llevada incluso hasta el dibujo del PLE. Y viendo el nombre de la bitácora está claro que sientes una gran fascinación por el tema polar :)
ResponderEliminarMe parecen muy interesantes las ideas que te sugieren el concepto de PLE y las consecuencias que esto tiene para la gestión de nuestro aprendizaje.
Un gran artículo.