jueves, 28 de febrero de 2013

PLE


Dice David Álvarez que un PLE es un Personal Learning Environment o, para hispanoparlantes, un entorno personal de aprendizaje. Nos cuenta que se define como el conjunto de competencias, dispositivos, herramientas y relaciones que permiten conocer de manera autónoma y resolver problemas. En sí mismo, apunta David, un PLE no es una herramienta sino un enfoque de aprendizaje autónomo que no es individualista, ya que se desarrolla entre pares e incide, por lo tanto, en la aportación de la gente que forma parte de la comunidad en la que se desarrolla ese aprendizaje. Es decir, no estamos solos ni solas en el espacio del conocimiento. David nos invita a pensar en cómo es nuestro PLE y nos dice que tengamos en cuenta una posible tipología. Y es que hay PLES orientados a las herramientas, PLES orientados a la acción, PLES orientados a la red (es decir, a los contactos y relaciones interpersonales), y PLES que son un híbrido de todas esos aspectos.

Sin duda, el enfoque del PLE da un nuevo significado a aquella declaración de Descartes, que podría parecer un tanto solipsista: “pienso, luego existo”. Cuando, ya en el siglo XX, Heidegger dijo que la existencia consiste en el estar-en-el-mundo-que- comprende, se dio un paso más en la apreciación del entorno de conocimiento y en cómo influye en quien conoce el propio objeto que se quiere conocer –en fin, el mundo. El enfoque del PLE concreta ese mundo hedeggeriano, y esa experiencia racional cartesiana, en personas, herramientas, métodos, objetos y entornos variados, formales e informales. Pero no es un toto revolutum: es la honesta aceptación de la complejidad del conocimiento humano que no renuncia sin embargo a articularla.

Ser conscientes de esta circunstancia nos embarca en una expedición por espacios tangibles pero también intangibles. Por esta razón, pensar en cuál es mi entorno personal de aprendizaje me hace sentirme como aquellos expedicionarios de tierras ignotas, especialmente como los que recorrieron los Polos -aunque este sentimiento se debe a alguna razón que aún no he conseguido encontrar-. Reconozco que desplazarse por un PLE no es tan peligroso ni tan frío, sin embargo, siento que me produce la misma fascinación, la misma sensación de maravilla que debieron sentir esos expedicionarios cuando preparaban su viaje, cuando surcaban aquellas aguas heladas y quedaban atrapados en el hielo, cuando caminaban penosamente por aquella superficie blanca, avanzando frente a las terribles ventiscas, sorteando las profundas grietas del hielo y los crestones que tan misteriosamente elevaban aquellos terrenos. No creo que hubieran podido conseguirlo si no se hubieran apoyado unos en otros, si no hubieran puesto al servicio del grupo todos sus conocimientos, todas sus habilidades, toda su imaginación e intuición.

Sí, ya lo sé, estas expediciones sólo son una metáfora, y una metáfora muy extrema, de lo que podría ser un PLE, pero creo que sirven bastante bien a esta función evocadora que cumple una metáfora, porque en ellas confluyen el clima, el mar plagado de bloques de hielo que emergen de un fondo abisal, el espacio abierto y sin horizonte, una flora y fauna ignotas, dignas de un relato lovecraftiano, las estrechas tiendas de campaña, el ruido de los elementos, las provisiones y el peso del cargamento calculados al detalle y repartidos estratégicamente por toda la nave, las habilidades y conocimientos ya aprendidos, los utensilios con los que aquellos se desarrollan y aplican, la intuición y la necesidad de adaptar todo ese bagaje (como por ejemplo, unas simples cerillas) a condiciones de supervivencia muy duras, a los cambios repentinos de climatología, a la noche que dura meses, o a la emoción indescriptible de presenciar una aurora boreal. Ciertas crónicas cuentan que en aquellas expediciones se trabó contacto con la población local, sin cuyos conocimientos los expedicionarios no hubieran podido sobrevivir. Este aspecto no se ha enfatizado lo suficiente, pero tal vez no puede esperarse otra cosa de una época en la que el conocimiento sólo era conocimiento científico formalmente adquirido en ciertas instituciones de cierta parte del mundo.

El caso es que, no he podido dejar de representar mi PLE, que podría clasificarse entre los de tipo híbrido, como si fuera el mapa de una tierra ignota que, sin embargo, me gustaría tanto conocer. En ella hay sobre todo ámbitos, espacios falsamente delimitados porque no hay estabilidad en esta tierra ajena al tiempo geológico. En ella hay grietas, elevaciones de terreno que surgen de un día para otro y me obligan a dar un rodeo para bordearlas o a escalarlas sin mirar hacia abajo. Hay canales que arrastran, de un lugar a otro, materiales, contenidos y herramientas, y cambios bruscos de temperatura que congelan o licuan el entorno y todo lo que contiene. Hay también algunos espacios cerrados que son los pequeños refugios del lugar de trabajo, los lugares de encuentro con colegas y amigos, una vivienda con sus habitantes y todas sus habitaciones. Hay un bolígrafo que ni siquiera es mío y un bloc de notas lleno de información tan vital como prescindible, la televisión y la radio encendidas, y un ordenador conectado a la web 2.0. Hay conocimientos aprendidos en la infancia que están sobreviviendo a todos los inviernos. Y hay días de trabajo agotador por los que debo avanzar empujando yo misma el pesado trineo de la burocracia.













1 comentario:

  1. Me gusta mucho la metáfora, llevada incluso hasta el dibujo del PLE. Y viendo el nombre de la bitácora está claro que sientes una gran fascinación por el tema polar :)

    Me parecen muy interesantes las ideas que te sugieren el concepto de PLE y las consecuencias que esto tiene para la gestión de nuestro aprendizaje.

    Un gran artículo.

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